lunes, 30 de marzo de 2015

El mono loco

Rodolfo,  el mono loco, dice que se ha cansado de comer plátanos. Que le parecen muy aburridos y ya no le gustan. Ha decidido que quiere probar otras frutas.

Prueba la manzana verde, pero le parece muy ácida; la roja, muy pesada.

Prueba la pera y dice que la encuentra demasiado acuosa.

Las cerezas le parecen agotadoras con tanto hueso. Además, tiene que comerse muchas para que le llenen.

Las fresas no le desagradan y, durante un tiempo, sigue comiéndolas, pero siempre tiene que cepillarse muy bien los dientes para sacarse todas las semillas.

Los pelitos que tiene la piel del kiwi le dan dentera.

La piña no hay quien la abra, igual que el coco.

Las uvas le gustan. ¡Parece que ha encontrado su nueva fruta!

Hay vides cerca de su casa y puede cogerlas fácilmente. Pero un día, aparece un coche y del coche sale un hombre que lleva un rifle y ¡le empieza a disparar!

¡Pobre Rodolfo! ¡Qué susto se da! Definitivamente, las uvas no son recomendables.

No sabe qué fruta probar ya. Va de un lado a otro y no encuentra ninguna que le guste y esto también le aburre, aparte de que está hambriento.

Se pone triste porque piensa que nunca encontrará una fruta que le haga feliz.

Y ¿por qué los monos comen siempre plátanos? Se lo pregunta a su madre y esta le contesta que siempre ha sido así. Pero ¡es que eso era lo que le resultaba aburrido!

- Cariño, desde que el mundo es mundo, los monos comemos plátanos porque están ricos, nos dan fuerza, vitalidad y, gracias a ellos, nos sentimos felices de poder trepar a los árboles, colgarnos de sus ramas, jugar y ver estos maravillosos atardeceres que cada día nos regala el cielo.

Rodolfo no dice nada. Se queda pensativo y mira el majestuoso atardecer que le está regalando el día mientras se come el rico plátano que le ha dado su madre.

Escrito por Amalia Martínez Céspedes

martes, 3 de marzo de 2015

La prueba del triple filtro

En la antigua Grecia, Sócrates era un maestro reconocido por su sabiduría. Un día, el gran filósofo se encontró con un conocido, que le dijo muy excitado:

- Sócrates, ¿sabes lo que acabo de oír de uno de tus alumnos?

- Un momento - respondíó Sócrates. - Antes de decirme nada, me gustaría que pasaras una pequeña prueba. Se llama la prueba del triple filtro.

- ¿Triple filtro?

- Eso es - continuó Sócrates. - Antes de contarme lo que sea sobre mi alumno, es una buena idea pensarlo un poco y filtrar lo que vayas a decirme. El primer filtro es el de la Verdad. ¿Estás completamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?

- No, me acabo de enterar y...

- Bien - dijo Sócrates. - Así que no sabes si es cierto lo que quieres contarme. Veamos el segundo filtro, que es el de la Bondad. ¿Quieres contarme algo bueno de mi alumno?

- No, todo lo contrario...

-Conque - le interrumpió Sócrates, - quieres contarme algo malo de él, que no sabes siquiera si es cierto. Aún puedes pasar la prueba, pues queda un tercer filtro: el filtro de la Utilidad. ¿Me va a ser útil esto que me quieres contar de mi alumno?

- No, no mucho.

- Por lo tanto - concluyó Sócrates, - si lo que quieres contarme puede no ser cierto, no es bueno, ni es útil, ¿para qué contarlo?